Doctor Julio Roberto Galindo, nuevo miembro de la Academia Colombiana de Historia Militar

El doctor Julio Roberto Galindo Hoyos, se posesionó el 13 de marzo como Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Historia Militar.

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La posesión se llevó a cabo en en las instalaciones de la Biblioteca Central de las Fuerzas Militares “Tomás Rueda Vargas”, en la que estuvo presente el Señor  Mayor General Nicasio de Jesús Martínez Espinel, Comandante del Ejército Nacional.

En la ceremonia el doctor Julio Roberto Galindo hizo lectura de su investigación “Bolívar, Santander y Nariño masones en la Guerra de Independencia”.

“Nuestros trabajos tienen por modelo las obras del Gran Arquitecto del Universo y le erigimos, con las manos de la virtud, un santuario en el fondo de nuestros corazones” fue una de las frases que dio inicio a la exposición del doctor Galindo para dar paso a una presentación de la labor decisiva de las sociedades secretas en la frase inicial de nuestra independencia.

“La institución masónica no sólo se dedicada al desarrollo personal de sus miembros sino a luchar por el progreso colectivo de la sociedad, por lo que ellos (Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander  y Antonio Nariño) combatieron en nuestra guerra de independencia con inconmensurable valor, con inmenso sacrificio y con honor, teniendo como estandarte los principios insustituibles y eternos Libertad, igualdad, fraternidad”, concluyó. 

Tras la intervención del doctor Galindo se procedió a tomar la promesa como nuevo académico, se realizó la lectura del diploma e imposición del escudo de la Academia.

 
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Discurso

“Bolívar, Santander y Nariño masones
en la Guerra de Independencia”

Por: JULIO ROBERTO GALINDO H.

¿Qué es la Masonería…?

Hay muchas definiciones sobre esta institución, una de ellas dice “Nosotros los hermanos masones edificamos el más vasto edificio que hubo jamás, pues no conoce otros límites que los de la tierra. Hombres ilustrados y virtuosos son sus piedras angulares que ligamos con el cimiento de la amistad. Nuestros trabajos tienen por modelo las obras del Gran Arquitecto del Universo y le erigimos, con las manos de la virtud, un santuario en el fondo de nuestros corazones”.

¿Cuándo nació la Masonería…?

Según la leyenda surgida en la neblina de los tiempos, su inicio fue en la construcción del templo del rey Salomón, en Jerusalén, único centro de culto del pueblo judío alrededor del año 960 a.C., y donde se ubica hoy el muro de los lamentos.

Muchos siglos más tarde, en 1717, nació en Inglaterra la unidad de todas las logias existentes, sus nuevos ritos y costumbres se extendieron por los cuatro puntos cardinales de la tierra.

La Guerra de independencia

Enfrentarse hispanoamérica desarmada al mayor y glorioso imperio de aquellos tiempos, fue la más desafiante y valerosa empresa del siglo XIX.

Para romper la sumisión al dominio español se necesitaban dos etapas: primera, la revolución con los precursores, y después, la guerra. La parte revolucionaria de iniciación tenía que ser oculta y los conspiradores arriesgaban aun en la sombra su vida en reuniones clandestinas, pasándose de mano en mano libros, gacetas, claves, que las autoridades del imperio, ya advertidas, perseguían con toda la saña y el rencor de la época.

Miranda, Nariño, Zea, Espejo, Lequerica y todos los precursores sufrirían destierros, prisiones, el cadalso, por preparar el camino que conduciría a la guerra y después a la libertad.
La primera parte tiene tantos peligros como la lucha cuerpo a cuerpo en los campos de batalla. Son dos etapas completamente distintas: en la primera es la inteligencia, la astucia, el sigilo, los viajes dentro y fuera de América para plantear la hipótesis de la emancipación; luego, sería el combate imprescindible y fatal.

Los héroes precursores no tienen el relumbrante brillo de las bayonetas, las que además hacen inmortales a los epónimos guerreros como sucedió en los campos de batalla de Boyacá, Junín, Ayacucho y Chacabuco; ellos, los precursores, en silencio preparaban la independencia comunicándose con gentes de Norteamérica y de Europa en la clandestinidad de las logias, donde conocían y se relacionaban con hermanos ilustrados, amigos de la revolución.

A través del tiempo, en esta época, sí que podemos entender la labor decisiva que tuvieron las sociedades secretas en la fase inicial de la emancipación. Francisco Miranda, el maestro de los precursores, comenzó saliendo de Venezuela y consiguiendo sus primeros contactos con la flamante organización ilustrada de las logias, era el camino que le permitiría conocer a republicanos formados en la gran revolución de Filadelfia, para proseguir luego a Europa y aumentar relaciones con quienes podían interesarse en un movimiento parecido al que habían organizado en Estados Unidos Washington, Jefferson y Franklin, prevaliéndose de las logias; no eran pues simples anhelos de idealistas, era una factible posibilidad teniendo como estandarte al Gran Arquitecto del Universo. Los rebeldes enfrentaron sus ejércitos a los de los ingleses con una fe profunda, ferviente, casi religiosa, que conmovió a Europa.

Napoleón protegió a la masonería permitiendo dentro de sus ejércitos el funcionamiento de las logias militares ambulantes formadas por la oficialidad, él se había iniciado en 1798 en la isla de Malta cuando iba con su expedición militar a la campaña de Egipto.

Cuando en las colonias de Suramérica comenzó a germinar el espíritu de independencia, no podían ignorarse los medios que en Norteamérica habían utilizado los revolucionarios para obtener su emancipación. A los precursores del Sur como Miranda, les bastaba con visitar esas logias para relacionarse con los libertadores del Norte y con los grandes pensadores de La Ilustración de París, Londres, Roma y de la misma España.

El gobierno pontificio reaccionó ante la aparición de la masonería originada en Londres en 1717 —la Especulativa— con sus principios libertarios y antidogmáticos. Debido a su propagación y presintiendo el peligro que podría causar a los gobiernos absolutistas, el Papa Clemente XII expidió en 1738 la primera Bula de excomunión prohibiendo esta institución y condenando a los masones a la pena de muerte y confiscación de bienes.

En 1728 un grupo de ingleses había creado la primera logia española en Madrid; al poco tiempo esta se extendió a Cádiz, Barcelona, Sevilla, Granada, Salamanca y Cartagena. La Corona Española se dio cuenta que la masonería representaba una fuerza intelectual muy peligrosa para la estabilidad de sus dominios en América por lo que Fernando VI prohibió esa institución en todo el territorio español ordenando perseguir a sus seguidores, difícil labor por el sigilo de las reuniones y porque dentro del gobierno había miembros de esa institución. Posteriormente Fernando VII, de obsesivo fanatismo y otros Papas ordenaron más excomuniones y sanciones penales.

La vida y obra masónica de Miranda no se entiende sino a través de sus viajes, en donde conspiraba en las sociedades secretas para buscar apoyo a la independencia de Centro y Suramérica.

Francisco de Miranda, alma máter de la insurrección de las colonias hispanoamericanas, había ingresado a la orden masónica “América Unión de Filadelfia” cuando esta institución gozaba de gran prestigio por la emancipación de Estados Unidos y por el triunfo de la revolución francesa. Veía allí el mejor instrumento para obtener difusión y cumplir sus ideales de crear movimientos independentistas en América latina. Fue así como fundó la asociación secreta “Gran Reunión Americana” a la que se afiliaron numerosos criollos que estaban en Europa. Pronto la logia mirandina se multiplicó con varias filiales que el directamente dirigía desde Londres y que se denominaban “Juntas de Ciudades y Provincias de la América meridional, de París y de Madrid” también “Sociedades de Lautaro” y “Los Caballeros Racionales de Cadis”

En su condición de Gran Maestro inició en la “Logia Patriótica Revolucionaria” a los futuros dirigentes y jefes rebeldes de la independencia americana, destacándose dentro de ellos los chilenos Bernardo O'Higgins, José Manuel Carrera y Juan Martínez de Rosa; los argentinos José de San Martín, José María Zapiola y el fraile dominico Servando de Mier; en México, Vicente Rocafuerte; en Venezuela, Simón Bolívar y Andrés Bello; en Santa Fe, José María Vergara Lozano y muchísimos otros de varias provincias coloniales de la América española.

La fórmula del juramento, decía: "Nunca reconoceré por gobierno legítimo de mi patria sino a aquél que sea elegido por la libre y espontánea libertad de los pueblos y siendo el sistema republicano el más adaptable al gobierno de las Américas, propenderé por cuantos medios estén a mi alcance a que los pueblos se decidan por él".
Miranda, nacido en Caracas en 1750, hijo de comerciante canario, estudió filosofía en la Universidad de Caracas y luego se trasladó a España donde se enroló en el ejército que luchó en la guerra de independencia de Estados Unidos contra los británicos. La Inquisición de Cartagena de Indias le abrió un proceso por la lectura de libros prohibidos condenándolo a diez años de destierro. En Francia en 1792 tomó parte en la revolución y llegó a ser Mariscal de Campo; volvió a la Gran Bretaña y luego desembarcó en Venezuela, allí fue nombrado Generalísimo, pero no pudo sofocar el ataque español contra la república y después de varias derrotas por haber creído en las promesas de las autoridades españolas tuvo que capitular. Esto provocó la ira de los patriotas y fue acusado de traición y entregado a los realistas. Murió como reo de Estado en Cádiz en 1816.
Es tal la ingratitud humana en todo tiempo, que el final de su vida nos recuerda al pensador Rochefoucauld en sus sentencias y máximas morales: “Los hombres no sólo olvidan los beneficios recibidos, sino que también odian a quienes se los han hecho”.

Así, de todos modos, se iba logrando la primera etapa de la revolución, época en que, a lo largo del continente americano, desde Filadelfia hasta Buenos Aires, había un vehemente ánimo de independencia.

Llegó la segunda etapa, la guerra:

El 20 de julio de 1810, José Acevedo y Gómez fue el primero que arengó en tono y ademan enardecido a la multitud en la plaza mayor de Santafé, era la iniciación de nuestra lucha de independencia: batallas de Cúcuta en 1813, de Cartagena en 1815, de Gamesa, Pantano de Vargas y Puente de Boyacá en 1819.
Después, una vez cumplida esta etapa con la victoria en los campos de batalla por parte de los ejércitos patriotas y definitivamente concluida la epopeya militar de Bolívar al norte de Suramérica y de San Martín al sur, se adoptaban en los nacientes estados, constituciones políticas de carácter republicano.
Se había realizado lo que los conspiradores pretendían y fue de gran importancia la participación del mundo secreto de las logias; también se habían derrumbado los virreinatos y las gobernaciones existentes.

Desde entonces se empezó a tomar conciencia de la dignidad de la persona humana y de su consecuente autonomía.

La contribución de la masonería y sus adeptos en la lucha de emancipación hispanoamericana teniendo en cuenta la jurisdicción que regía en ese tiempo, la podemos resumir así en La Gran Colombia, que estaba compuesta por las provincias de Venezuela, Nueva Granada y Quito.

Las primeras huellas históricas que existen sobre el origen de la masonería en el Virreinato de la Nueva Granada aparecen en 1808, cuando se fundó en Cartagena de Indias la logia Las Tres Virtudes Teologales; esta fue centro de conspiración permanente de los criollos cartageneros para obtener la independencia de la monarquía española.

Sus integrantes eran notables miembros de la sociedad de Cartagena, entre ellos el médico José Fernández de Madrid, el presbítero Juan Fernández de Soto Mayor y Picón, los abogados Joaquín Villamil y Canabal, Juan Nepomuceno de Marrueco, José María García de Toledo y Manuel Rodríguez Torices, los dos últimos signatarios del Acta de Independencia de Cartagena el 11 de noviembre de 1811. Estas personas se reunían frecuentemente en las horas de la noche en la casa de García de Toledo, quien a la sazón era el Alcalde Ordinario de Cartagena; esas visitas misteriosas causaban recelo y sospecha en las autoridades del rey; todos ellos sufrieron persecuciones y fueron mártires por defender la libertad.

Los masones más meritorios y sobresalientes en nuestra guerra de independencia fueron Bolívar Santander Y Nariño:

Antonio Nariño

Nacido en Santafé en 1765, fue el primero en intuir, concebir y plasmar la imagen de la patria libre; la trama de su vida encadena sucesos fatales; huésped asiduo de presidios, mazmorras y ergástulas, asistido siempre por la esperanza y la verdadera caridad; la lección de su existencia es también la fe impertérrita de quien espera seguro el porvenir. Las ideas revolucionarias francesas de Pedro Fermín de Vargas y el entusiasmo del objetivo que perseguía la fraternidad masónica universal de entonces, hizo que Nariño fundara con el médico Rieux y Zabaireis la sociedad secreta “Arcano Sublime de la Filantropía”. Nariño, máximo precursor de la independencia de la Gran Colombia, imprimió, para hacer público en el idioma de Castilla los Derechos del Hombre, preceptos que consagran el respeto a la dignidad humana.

Pero esa hoja, en su tiempo circuló como un murmullo, un comadreo, un chisme, que pasaba de mano en mano, del que sacaban copias y que por oscuros caminos llegó hasta el Socorro y San Gil, donde unas gentes al leerla se persignaban y otras disimuladamente simpatizaban; el rumor que había nacido en la imprenta patriótica de Nariño, era insidioso y peligroso, era un documento subversivo que hablaba de la libertad de conciencia. Pero siempre hay delatores. Nariño fue acusado. Ninguno quiso defenderlo, ni siquiera su compatriota y sobresaliente jurista Camilo Torres.

En el templo de la historia, donde se rinde culto a los inmortales, es Antonio Nariño quien tiene el más alto grado porque fue firme en la adversidad y en el cautiverio. La lección de su vida es también la fe tranquila de quien sabe esperar seguro el porvenir.

Simón Bolívar

Nació en Caracas en 1783 en casa rica y noble, perteneciente a una familia vasca afincada en América desde finales del siglo XVI. iniciado en Paris en la logia “San Alejandro de Escocia” en 1805.

Su juventud está en un momento crítico de la historia; disfruta de su dinero lo mismo en Londres que en París, Viena, Madrid o Lisboa, viviendo como un príncipe, mientras en la penumbra reservada de los elegantes salones, así como en tertulias secretas y en logias, se habla sigilosamente sobre el tema de independencia. Ya no es Napoleón quien lo seduce... comenzando a formarse en su mente y en su ánimo la verdad de su destino. La libertad que ilumina a Europa, la ve como fuego de antorcha en el porvenir de América. En Roma, en el monte Aventino, ante su maestro don Simón Rodríguez, jura luchar por la independencia de América. En 1810, cuando Bolívar regresa a Caracas, se encuentra con sus compañeros de París y Madrid conspirando.

A pesar de que los granadinos aceptaban amablemente a Fernando VII, a partir del 20 de julio de 1810 comenzó a deteriorarse la imagen mítica de la realeza y en Santafé empezaron a formarse grupos opuestos de realistas y patriotas.

Ha empezado la guerra de emancipación. Bolívar descuella rápidamente como un valiente militar y van consolidándose en los campos de batalla los triunfos por la libertad. El Mariscal de Campo Pablo Morillo, héroe de la resistencia española durante la invasión napoleónica, curtido en las guerras de Bailén y Vigo, al mando de 10.000 hombres intentó sofocar el movimiento independentista y ante la rebelión de las colonias, actuó con dureza, brutalidad y crueldad, hasta convertirse, en el temible “pacificador”. Cuando
conoció a Bolívar en Santana dijo: “Él es la revolución”. El saludo allí fue señal inequívoca de que ambos eran masones; la hermandad los obligaba a honrar la fraternidad del ser humano por encima de las pasiones y se acordó el armisticio, que a la postre resultó temporal, pues el ideal masónico de libertad, igualdad y fraternidad casi siempre prevalece.
Bolívar es proclamado Libertador por sus hazañas, habiendo emancipado cinco repúblicas. Comienza en sus manos la nueva era. Pero dirigir las sociedades en paz y fraternidad no es fácil con ninguna filosofía ni en ninguna época. A poco andar, surgen los problemas; en 1828 se había desatado una férrea oposición contra las ideas y ejecutorias del Libertador, lo que produjo el atentado del 25 de septiembre en el cual estuvieron comprometidos varios miembros de la masonería, por lo que dictó un decreto que decía: “Se prohíben en Colombia todas las asociaciones o confraternidades secretas sea cual fuere su denominación en cada una”.

Incomprendido, vilipendiado, pobre y con inmensa amargura, resolvió volver a Europa y en su ruta se detuvo en la hacienda de San Pedro Alejandrino en Santa Marta, hospedándose en la finca del caritativo español don Joaquín de Mier; allí, enfermo, y cuando tal vez en su mente se sentía abandonado como Jesús, o quizás delirante en veces como don Quijote, al presentir su muerte escribió su última proclama, la cual termina así: “... si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.

De Bolívar se ha dicho todo, pareciera que agregar algo es redundante, su gloria es patrimonio de la humanidad. Se cumplió la predicción del patriota peruano Choquehuanca en Pucará: “Crecerá tu gloria como crecen las sombras cuando el sol declina”.

Francisco de Paula Santander

Nació en Cúcuta, Colombia, en 1792. Intervino desde el primer momento en las luchas por la independencia; fue destacado militar en el ejército de Bolívar que atravesó la cordillera de los Andes y derrotó a los realistas en la más célebre batalla por la libertad, la de Boyacá en 1819. Posteriormente Santander demostró sus grandes dotes de estadista, y ya iniciada la república se preocupó, especialmente, por la difusión de las leyes, la libertad de prensa y el fomento a la educación; es llamado el Hombre de las Leyes y Organizador de la Victoria.

De la vida masónica de Santander sabemos que en 1820 instaló la logia “Libertad de Colombia”, ésta como primero de sus actos creó una escuela anexa para enseñar los idiomas inglés y francés, terminadas las tareas y una vez retirados los discípulos, los miembros de la logia se congregaban para dar comienzo a las tenidas masónicas; pertenecían a ella algunos ministros, frailes y distinguidos personajes.

En 1822 las tenidas se hacían sin misterio, a la luz pública, y a ellas concurrían altos empleados, respetables sacerdotes, militares que ostentaban las medallas ganadas en las luchas de independencia, comerciantes acaudalados, todos ceñían el mandil masónico; pero después de algún tiempo principiaron las publicaciones en pro y en contra de los masones y por ello el Congreso tuvo que prohibir este tipo de tertulias.

El historiador Américo Carnicelli en su documentada obra “La Masonería Colombiana” dice que Santander entre 1820 y 1828 fundó varias logias en el territorio de la Nueva Granada con el objeto de afianzar el gobierno patriótico republicano y mantener la independencia y la libertad.

En la noche el 25 de septiembre de 1828 atentaron contra la vida de Bolívar, a Santander se le señaló como uno de los conspiradores; fue enjuiciado por un tribunal militar y condenado a muerte. Dos miembros del gabinete del libertador, José María del Castillo y Rada y José Manuel Restrepo, miembros de la orden intervinieron ante el presidente Simón Bolívar y lograron que la pena de muerte fuera conmutada por la del destierro. En 1932 regresó fortalecido y presidente de la Nueva Granada. su mandato significo el inicio de la vida civil republicano.

Santander condensó la significación de su obra en la frase lapidaria que debería esculpirse en los frontispicios de los capitolios y en el corazón de los demócratas: “Las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad”.

Para terminar la conferencia concluimos que la institución masónica no sólo se dedicada al desarrollo personal de sus miembros sino a luchar por el progreso colectivo de la sociedad, por lo que ellos combatieron en nuestra guerra de independencia con inconmensurable valor, con inmenso sacrificio y con honor, teniendo como estandarte los principios insustituibles y eternos LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD.

 

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