Estudiante de Ingeniería Ambiental relata su experiencia de internacionalización

Holman Daniel Quintero Salazar, estudiante de Ingeniería Ambiental y uno de los beneficiarios del programa de becas para intercambio académico PAMEUDUAL, nos relata sus experiencias de internacionalización en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez en México.

Quisiera comenzar agradeciendo a todas las personas que colaboraron en mi proceso de intercambio y me dieron la oportunidad de viajar. Mi madre especialmente, mi familia, amigos y entes académicos y administrativos de la Universidad Libre Seccional Socorro. Me siento muy a gusto al redactar este escrito pues en él podré exponer ante ustedes algunas de las enriquecedoras experiencias que he logrado adquirir en mi estancia de intercambio en Ciudad Juárez. Antes que nada, quisiera comenzar hablando acerca de cómo cambia la forma en que se asimilan aspectos como la sociedad, la cultura, la religión, el lenguaje, etc. al viajar a un país desconocido.

En el tiempo que ha transcurrido desde mi llegada, ha cambiado mi visión del mundo y he podido interiorizar el verdadero significado de la tolerancia, he visto cuán grande pueden llegar a ser las expectativas de las personas dependiendo del contexto en el que se desenvuelvan, e íntimamente ligado a esto su empatía para con los demás. Me siento muy afortunado de estar aquí puesto que fui criado en cuna campesina y estar ahora en otro país es vivir en otro mundo. Antes de llegar a este punto creía que era imposible viajar a un lugar remoto sin mucho dinero, pero ahora, me he dado cuenta que la semilla del éxito es el esfuerzo, y cualquier meta que uno se trace podrá ser alcanzada en tanto se tenga fe en ella. También he adquirido un significativo valor al hecho de ser colombiano, y mucho más, santandereano. Aquí me he dado cuenta de lo bonito que se siente ser patriota y entender el valor de la tierra de donde uno proviene. Me he sentido muy orgulloso al hablarle a mis compañeros de otros países acerca de la hormiga culona, el mute, el changua, la carranga, la guabina y el bocadillo y, por supuesto, la bandera colombiana.

Culturalmente los mexicanos y los colombianos poseemos muchas discrepancias, les narraré algunas con las que me he topado. Aquí el picante es el condimento básico para cualquier plato de comida, comida que no contenga picante, aquí no es comida. Es tanto el amor que le tienen los mexicanos al picante que el chile o ají (como se conoce popularmente en Colombia) se ingiere de manera regular como si fuera una fruta. Tanto así, me he encontrado con caramelos hechos con chile y hasta shampoos que contienen picante. Vaya quemaduras bucales me ha producido esto, pero lo amo, la comida aquí es deliciosa. La mayoría de los alimentos autóctonos siempre llevan algún tipo de recubrimiento o tortilla hecha de maíz o harina, lo cual hace de los almuerzos y desayunos un total deleite. Lo que aún no asimilo con bastante entereza es comer frijoles por desayuno. Respecto a la culinaria puedo argumentar con agrado que es una de las mejores que he probado, sin embargo, también puedo decir que extraño las empanadas, el changua, el mute y el arroz, con regularidad (aquí se come muy poco).

Al hablar con mis allegados en la universidad, o en mi residencia, siempre se presta para burlas y juego, puesto que los dialectos que poseemos cada una de las dos culturas tienen diferencias marcadas. Muchas de las palabras que usamos los colombianos en la cotidianidad aquí poseen doble sentido, de igual manera ellos para con nosotros. Así, las palabras de argot que se emplean aquí son muy diferentes a las que usamos allá y por eso muchas veces la gente se suele confundir cuando le hablo, a lo cual, todo siempre termina con gestos amables y explicaciones de por qué hablo como hablo y el acento que nos distingue. Al igual que en Colombia la gente en este lugar es muy trabajadora, amable y fervientemente religiosa, he sentido mucho calor humano en esta ciudad. Puedo decir que algo que me ha extrañado bastante y me ha parecido algo bizarro es la adoración a la muerte, aquí representa una deidad del cristianismo. Respecto a esas características, los colombianos y los mexicanos no somos muy diferentes, en general, los latinos poseemos ese carácter típico “buena papa”. En este lugar, a menudo, la academia universitaria se rige mucho por las rutinas de escuela, y, aunque no lo parezca, este tipo de metodologías de aprendizaje parecen ser muy efectivas pues aquí el nivel académico es muy alto, tanto de alumnos como de docentes. Debido a que es una red internacional he conocido gente de Argentina, Ecuador, Estados Unidos, otras partes de México e incluso compatriotas de la costa atlántica, lo cual ha hecho de esta experiencia algo mucho más dichoso; he tenido la gratificante oportunidad de aprender un poco acerca de todas estas culturas. Algo que nunca olvidaré será la sensación de vivir en un lugar de clima extremo, y para colmo, con estaciones. El clima es una completa locura, hace frío y de repente no aguantas tu abrigo, algo muy curioso en realidad.

Se me escapan las palabras para describir las muchas e inefables experiencias que he vivido aquí, el mejor viaje de mi vida hasta ahora. Quisiera decir a mis compañeros residentes en Colombia que el esfuerzo conduce a experiencias como éstas; y del mismo modo quisiera ratificar mi profundo agradecimiento a las personas que contribuyeron para que yo pudiera estar aquí. Sin más, les envió saludos y buena mar. ¡Órale!

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